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sábado, 25 de julio de 2015

La hormiga y el grano de trigo - Leonardo Da Vinci



Un grano de trigo se quedó solo en el campo después de la siega.
Una hormiga lo vio, se lo hecho a la espalda y entre grandes fatigas se dirigió hacia el lejano hormiguero.
Camina que te camina, el grano de trigo parecía cada vez más pesado sobre la espalda cansada de la hormiga.
- ¿Por qué no me dejas tranquilo? - dijo el grano de trigo.
La hormiga respondió:
- Si te te dejo tranquilo no tendremos provisiones para el invierno. Somos tantas, nosotras la hormigas, que cada una debe llevar a la despensa el alimento que logre encontrar.
- Pero yo no estoy hecho para ser comido - siguió el grano de trigo -. Yo no soy una semilla llena de vida, y mi destino es el de hacer crecer una planta. Escúchame, hagamos un trato.
La hormiga, contenta de descansar un poco, dejó en el suelo la semilla y preguntó:
- Qué trato?
- Si tu me dejas aquí, en mi campo - dijo el grano de trigo -, renunciando llevarme a tu casa, yo, dentro de un año, te daré cien granos de trigo iguales que yo.
La hormiga lo miró con aire de incredulidad.
- Sí, querida hormiga, puedes creer lo que te digo. Si hoy renuncias a mí, yo te daré cien granos como yo, te regalaré cien granos de trigo para tu nido.
La hormiga pensó:
- ¡Cien granos a cambio de uno solo...! ¡Es un milagro!
- ¿Y cómo harás? - preguntó al grano de trigo.
- Es un misterio - respondió el grano -. Es el misterio de la vida. Excava una pequeña fosa, entiérrame en ella y vuelve así que pase un año.
Un año después volvió la hormiga.
El grano de trigo había mantenido su promesa.


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